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Jane Doe

Posted by WhatTheFuck On 7:07 0 furcias han comentado

Hacía tiempo que no me sentía así. Mucho, mucho tiempo. Desde aquella tarde de mayo. Y la sensación era la misma, aunque la situación por desgracia, no. Había una chica, oh, vaya chica. Una preciosa y maravillosa chica cuya sonrisa ilumina la noche más oscura. Intentaría explicaros concretamente cómo es esa chica, pero perdería el tiempo, pues las palabras carecían de significado al lado de la genialidad de su presencia. El caso es que mi corazón se aceleraba al pensar en ella, mi mente divagaba pensando en las mil millones de cosas que podríamos hacer juntos, mis ojos intentaban absorber cada pequeño detalle de su ser. Una llama ardía en mí, avivada por la energía de aquel sentimiento que brotaba en mi interior, y yo sabía perfectamente lo que eso significaba. Nada me detendría, pues todo parecía ir bien. Nada, excepto tal vez que resulta que ella ya tenía novio. Vaya, un sentimiento tan maravilloso, unos deseos de un futuro tan feliz... y todo para ser desaprovechados. No podía dejar que eso pasara, no quería. Sin embargo, sabía lo improbable que era que algo sucediera. Pero en el fondo tenía esa pequeña esperanza, la ilusión de que tal vez, y solo tal vez, ella pudiera sentir un pequeño interés, una leve chispa que le permitiera cumplir aquel deseo que tanto ansiaba. Debía averiguarlo, debía saber si acaso todo con lo que soñaba eran fantasías o tal vez podían cumplirlo juntos, de la mano, andando por el sendero de la vida uno al lado del otro. Así que me armé de valor y le pregunté que si podíamos salir juntos, dar una vuelta, lo que fuera. Temía que la respuesta fuese no, pues eso cerraría la puerta a la más mínima posibilidad de lograr algo. Sin embargo, la respuesta fue que sí. Sabía que eso no significaba nada, pero yo no podía evitar sentirme contento por al menos tener la oportunidad de verla en persona y disfrutar del tiempo con ella. Para aquel entonces ya era algo obvio que, al menos, sentía atracción por ella, así que un poco en broma y un poco en serio, prometí no besarla, tal vez para que no se preocupase, tal vez por aligerar la tensión con una broma, tal vez para sugerir que si no lo prometía, lo haría sin duda alguna. Bueno, supongo que fue un poco por todas esas razones. No quería precipitarme además, así que así me sería más fácil controlar ese maldito e irremediable deseo de acariciar sus labios con los míos. Y por fin llegó el día, el esperado día. Me dolía el estómago por los nervios y el viaje en bus fue horrible, si ya de normal me mareo, encontrándome así era mil veces peor. Pero nada de eso me importaba, iba a verla y eso era perfecto. Quedamos en Pío, así podíamos dar una vuelta por el centro comercial y luego salir a andar por Madrid. Estuvimos mirando tiendas, hablando, riendo. Dimos vueltas y fuimos a tomarnos un helado juntos. El tiempo pasaba volando, y cada vez iba anocheciendo más. Poco a poco llegaba la hora de separarnos, y yo no quería. Fuimos un rato a Debod cuando ya había anochedio y ahí estuvimos hablando de cosas más serias. Sentimientos, el pasado, problemas que habíamos tenido... Yo había acabado un tanto tristón recordando las cosas que había tenido en el pasado, ese sentimiento tan genial de querer y ser correspondido, y dije algo sobre que una de las cosas que más echaba de menos eran los abrazos cariñosos. Y ahí llegó mi sorpresa.

- Bueno, si lo que necesitas es un abrazo cariñoso, puedo dártelo yo. - Dijo ella con una sonrisa amable en la boca. Maldita sea, no sabía la gran cantidad de sentimientos que despertaba esa sonrisa en mí. Pero no podía besarla, lo había prometido. Además, un paso en falso y la perdería incluso como amiga, cosa que no querría que ocurriese.
- Si te soy sincero, creo que sería genial. La verdad es que lo necesito. Y si es tuyo... bueno, creo que no se me ocurre nadie mejor que tú para hacerlo en la actualidad.

Nos miramos un momento y ella se acercó a abrazarme. Estábamos sentados, así que no era el típico abrazo que estás de pie. Al estar en esa postura la sentía muy cerca de mi oído. Podía notar su respiración, y me di cuenta de que la mía estaba un poco entrecortada y mi corazón latía con demasiada fuerza. Temía que ella lo notase y se diese cuenta de lo que sentía realmente, pero... no me importaba, solo quería disfrutar aquel abrazo. No sabría decir cuánto duró. ¿Un minuto? ¿Diez segundos? ¿Un año? El tiempo se detuvo por completo para mí y pude disfrutar con cada ápice de mi ser de aquel momento. Tras un rato, finalmente nos separamos lentamente. Demasiado lentamente, estando nuestras caras demasiado cerca la una de la otra y como si algún tipo de fuerza magnética nos estuviera reteniendo, llegó un punto en el que no fuimos capaces de separarnos por más distancia. Nos miramos a los ojos y a los labios de manera intermitente. Sabíamos perfectamente lo que pensaba el otro, lo leíamos en nuestras miradas. La tensión era horrible. El miedo, la preocupación por hacer daño a otra persona, el temor a lo nuevo, lo desconocido, a que salga mal y acabar heridos. Sin embargo era un riesgo que merecía la pena correr, pues quien no arriesga no gana. Pero yo no podía hacerlo, no debía hacerlo.

- Yo... - Me costaba encontrar las palabras para sugerir algo tan descabellado, pero sabía que era lo correcto, sentía que debía ser su decisión. Acaricié su cara y continué. - Prometí que no te besaría, aunque he de admitir que cada vez me resulta más difícil. Sin embargo tú no prometiste nada, ¿no?

Ella comprendió al instante lo que quería decir y fue como una confirmación de lo que yo sentía hacia ella. Sabía que no estaría diciendo eso si no sintiera algo lo suficientemente fuerte por ella y aquello fue el detonante que hizo que todo sucediera. Sí, tal vez luego hubo problemas, preocupaciones y rayadas. Sin embargo supimos salir adelante juntos, como un equipo. Y hoy, muchos años después, aún sigue grabado a fuego en mis labios aquel primer beso que dio origen a toda una vida de recuerdos juntos.

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